7 ejercicios para entrenar tu flexibilidad cognitiva
¿Qué tal andas de flexibilidad cognitiva?
Ponla a prueba con este acertijo: Estás en un punto del planeta y realizas un recorrido que te lleva 5 kilómetros al Sur, luego andas otros 5 kilómetros al Oeste y, tras esto, caminas otros 5 kilómetros que te sitúan en tu punto de partida. En este itinerario ves un oso. ¿De qué color era?
Este es uno de los test utilizados para evaluar la flexibilidad cognitiva de las personas y, mientras piensas en la solución, te contamos en qué consiste esta capacidad mental.
¿Qué es la flexibilidad cognitiva?
La flexibilidad cognitiva o flexibilidad mental es, junto a la memoria de trabajo y el control inhibitorio, uno de los tres componentes básicos de las funciones ejecutivas de cerebro, responsables de actividades complejas como el razonamiento, la resolución de problemas o la planificación, según evidencian diferentes estudios neurocientíficos, como Conceptualization and Operationalization of Executive Function de Peter Bagetta y Patricia Alexander.
En este sentido, según la definición recogida por Cognifit, la flexibilidad cognitiva consiste en “la capacidad que tiene nuestro cerebro para adaptar nuestra conducta y pensamiento a situaciones novedosas, cambiantes o inesperadas”.
Por su parte Joy Paul Guilford, autor de The Analysis of the Intelligence, concibe la flexibilidad de pensamiento como la “habilidad de abandonar viejos caminos en el tratamiento de los problemas y llevar el pensamiento por nuevas direcciones”, distinguiendo dos tipos:
- Flexibilidad espontánea: capacidad de introducir diversidad en las ideas producidas en una situación relativamente inestructurada.
- Flexibilidad adaptativa: capacidad para cambiar el set (disposición mental) en orden a cumplir requisitos impuestos por las condiciones cambiantes.
Como consecuencia, esta habilidad se convierte en una de las más importante en la edad adulta, ya que nos permite adaptarnos a nuevas situaciones; al fin y al cabo, no podemos controlar todo lo que nos sucede. Por ejemplo, puedes estar sacando unas estupendas notas en la carrera y, debido a la enfermedad de un familiar, tener que aparcar los estudios por un tiempo; o estar trabajando con alta efectividad y, por una crisis económica, tener que buscar otro empleo; o tener hijos y modificar tu orden de prioridades, rechazando el, hasta hace unos meses, ansiado ascenso.
Ahora bien, como puntualizan Emilio Gómez Milán y María José de Córdoba en Flexibilidad mental, no se trata de actuar como una veleta de modo automático, compulsivo o ciego ( esta actuación sería inestabilidad), sino de “introducir cambios para afrontar una novedad cuando es necesario”. “Casi todos los adultos experimentan algunos de estos hechos: aquellos, que tienen flexibilidad cognitiva, evitan replegarse, ya sea en sus emociones o en su intelecto, por el contrario, reflexionan acerca de sus opciones, integran las emociones y la razón, empleando el tiempo necesario para elegir el mejor curso de acción”, añade Kathleen Stassen Berger en Psicología del desarrollo: adultez y vejez.
¿Para qué sirve la flexibilidad mental?
Como comentábamos, la flexibilidad cognitiva es esencial en las funciones ejecutivas de la mente humana y, un buen desarrollo de esta habilidad, lleva aparejada una serie de beneficios:
- Nos ayuda a adaptarnos rápidamente a cambios o novedades del medio.
- Favorece la resiliencia, es decir, la capacidad de superar los obstáculos y salir reforzados de ellos.
- Posibilita la generación de alternativas ante las nuevas situaciones, tolerando estas modificaciones de la situación.
- Contribuye a que seamos capaces de evitar el fracaso, anticipar el error o evitar volver a caer en él.
- Nos permite disponer de una mayor apertura mental, siendo capaces de aceptar diferentes puntos de vista y establecer conexiones ocultas.
- Propicia la empatía, mejorando las relaciones interpersonales.
- Facilita el alcance de acuerdos con otras personas.
- Impulsa la creatividad, gracias a una visión más amplia del mismo hecho.
- Contrarresta los estereotipos y propicia la identificación de los sesgos cognitivos que sufrimos y, por tanto, su superación.
- Mejora el bienestar de la persona y el éxito individual y profesional, al reducir los niveles de estrés y ansiedad.
¿Cómo entrenar la flexibilidad cognitiva?
Con este impacto en las personas, no es de extrañar que el Foro Económico Mundial prevea, tras analizar el futuro laboral en las 15 principales economías globales, que las capacidades cognitivas, como la flexibilidad mental, vayan a convertirse en uno de los principales puntos de atención de los empleadores.
Afortunadamente, esta habilidad puede potenciarse. Para ello, Marianne Stenger propone, en 7 Ways to Develop Cognitive Flexibility, seguir las siguientes pautas diarias de trabajo de la flexibilidad cognitiva:
- Alterar la rutina diaria. Modificar la forma en la que realizas las tareas cotidianas es un buen ejercicio para potenciar la flexibilidad mental, ya que te obliga a desactivar el piloto automático y analizar nuevos escenarios. Por ejemplo, si vas a tu trabajo en coche, puedes variar el recorrido que realizas cada día, o cambiar el gimnasio por un rato de footing en el parque o, sencillamente, sentarte en un sitio diferente a la hora de comer o lavarse los dientes con la otra mano.
- No apoyarte en la tecnología. Hoy día hay aplicaciones para todo y, si bien es cierto que nos ayudan en nuestro día a día, también limitan la flexibilidad cognitiva: no necesitas pensar, pues el GPS te lleva donde le dices, el corrector corrige tus textos y el calendario te recuerda citas y cumpleaños. Enfrentarse a las llamadas ‘dificultades deseables’ es otra técnica de gimnasia cerebral. ¿No te sale el nombre del actor de tu serie favorita? ¡No lo busques inmediatamente en Google!
- Buscar nuevas experiencias. Cuando experimentas vivencias novedosas, tu cerebro crea nuevas conexiones y, si son positivas, libera dopamina, lo que, además de aumentar la motivación, también mejora la memoria y el aprendizaje. Por tanto, para trabajar la flexibilidad cognitiva, solo tienes que apuntarte a actividades fuera de tu zona de confort.
- Cuestionar nuestras ideas. Otro método para poner a prueba tu mente es esforzarte en ver más alternativas creativas a una misma situación, poniendo en práctica el pensamiento divergente.
- Conocer gente nueva. Igual que las nuevas experiencias ayudan a mejorar la flexibilidad cognitiva, ampliar tu círculo de amigos te permite abrir tu mente a nuevos puntos de vista, reduciendo la rigidez mental. Viajar al extranjero, hacerse voluntario o conectarse con otras personas a través de internet pueden ayudarte en este objetivo.
- Desafiar nuestros valores. En este mismo sentido, la autora propone que busques situaciones en las que exista un choque de creencias, valores y expectativas para poder comprender mejor otras perspectivas y ser más flexible, lo que te ayudará posteriormente en tu capacidad de resolución de conflictos.
- Enseñar. Tener que explicar un determinado concepto en un contexto distinto activa las conexiones neuronales y te obliga a adaptarte a ese nuevo escenario, consolidando el conocimiento previo que tenías. Así, exponer un proyecto con tus propias palabras o tratar de transferirlo a un amigo o familiar es un buen ejercicio de flexibilidad cognitiva.
Para mejorar esta y otras cualidades indispensables para el éxito personal y profesional, tenemos distintas formaciones que te permitirán trabajar la flexibilidad cognitiva, abordando aspectos como la toma de decisiones alternativas, la gestión del estrés, la mejora de la inteligencia emocional y el desarrollo del pensamiento creativo.
Por cierto, ¿de qué color era el oso? La respuesta es blanco, pues se trata de un oso polar, ya que solo en el Polo Norte se puede hacer ese mismo itinerario y retornar al punto de partida.